viernes, 26 de agosto de 2016

Medallas de Cartón: Atenas, Londres, Río...Tokyo...


 Esta nota fue escrita luego de las Olimpíadas de Atenas...analizándola hoy, algunas cosas han cambiado????...el mejor prontuario es el de la conciencia...

Las derrotas se suceden implacablemente. Los perdedores explican – analizan, observan, objetivan - sus fracasos entre lágrimas profesionales – esas que sueñan los cocodrilos más pintados -  o con sonrisas tenues, comprensivas, como si el desastre no fuera obra de su ineptitud, como si fuera responsabilidad de un Alguien extraño, lejano, con el que nada tienen que ver.
Eso sí, enumeran los esfuerzos hechos durante varios años y prometen seguir reincidiendo, como si la derrota les fuera un aliciente necesario y causa eficiente de un futuro ganador, como si se tratara de un paso imprescindible para esa sonrisa diferida  que -  como todos sabemos – nunca llegará.
Los periodistas que los entrevistan forman un coro criollo – más cerca del sainete que de la tragedia griega -  cómplice y obsecuente hasta la repugnancia  y han introducido - a fuerza de querer hacer del fracaso un triunfo rutilante – al diploma - que les dan no se sabe bien a quiénes y el por qué - como premio apetecible.


Un ejemplo. Los chicos del hockey sobre césped perdieron un partido contra los All Blacks del palo encorvado. Apenas terminado el encuentro, los enviados especiales - micrófono en mano - se enfrascaron con varios de los derrotados en una serie inaguantable de comentarios hipotéticos, que incluían los triunfos mágicos sobre Holanda y la India – que según los declarantes son de primerísimo nivel – para aspirar a la lucha por el quinto, el sexto, el séptimo o el octavo puesto, como si estos fueran premios importantes.
Aparentemente, como parte de una bien montada estrategia mediática para mostrar el éxito de la participación en estos juegos olímpicos, la Argentina va a ser la suprema ganadora de una nueva medalla, la medalla transversal, la medalla de cartón.
El bronce que obtuvo la piba cordobesa ya ha sido elevado a la categoría de lo que el viento se llevó olímpico por las sucesivas repeticiones a lo largo del día.
El Oro de Bielsa ya está en camino y con él , el triunfo paradigmático, la marquesina, el flautista que nos sacará de la realidad. Al no estar Brasil, los nombres que han llegado a los cuartos de final no parecen poner en riesgo las pocas luces de un equipo mediocre. Los comunicadores amigos repiten una y otra vez que ocho goles a favor y ninguno en contra son un promedio extraordinario. Muchos argentinos comunes y corrientes  podrían ganarle seis de cada diez partidos a los balcánicos, a los tunecinos y  a los australianos, por goleada y con pocos goles en contra – siempre y cuando – el hermano del ministro no fuera el estratega.
Con cada olimpíada vuelven a surgir las mismas cuestiones no resueltas en nuestro amado país: ¿Es el deporte merecedor de la debida atención en nuestra comunidad? ¿La plata – poca o mucha – que se gasta para enviar representaciones tan numerosas, está bien gastada? ¿Quién, cómo, dónde y cuándo realiza la preselección de quienes desfilan bajo nuestra amada bandera en el desfile inaugural?
En una sociedad sin conciencia marítima – y con uno de los litorales más ricos de todo el planeta – parece ser un contrasentido enviar a varios deportistas expertos en varios tipos de botes – o como los llamen - para salir entre los últimos. O ser representados por tiradores que apenas le pegan al cartón o a la silueta cuando tenemos un índice altísimo de asesinados en tiroteos por las calles sin nombre de la inseguridad.
Cuando se le exige a un médico recibido en una universidad pagada por el estado que cumpla las horas establecidas en una modesta salita de salud de un barrio olvidado, los incumplidores se refugian en el querido concepto de salud pública provocando la ira del gran Ramón Carrillo en el Cielo de los Justos.
Cuando a un docente se le pide que aprenda bien las tablas de multiplicar, denuncia un ataque injustificado a la educación pública y gratuita y arma un circo blanco en cualquier esquina e inicia un paro por tres meses.
Si alguien se atreviera a exigir una rendición de resultados deportivos a quienes nos están representando en Atenas seguramente merecería - por parte de la corporación de lo políticamente correcto - el mote de energúmeno enemigo público número uno del deporte nacional.
Menos mal que el cartón ha pasado a ser algo predominante en nuestra cultura: sirve para la ventana sin vidrios, para el techo de la marginación, para la cumbia cotidiana o para el romance prohibido que ocupa las primeras planas fugaces de cualquier día de la semana.
Pero a pesar de habernos convertido en la tierra del piquete y el cartón , a pesar de las medallas de cartón que adornarán los pechos de los futuros agasajados en los balcones de la casa del color pantera,  que a nadie se le ocurra decir que alguno de nuestros mandatarios es cartón pintado.

                                                                                                               Guillermo Compte Cathcart


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